Igual que en los sueños aquí los personajes tienen diferentes caras, asumen distintos papeles, lo mismo pasa con los objetos, se repiten, pasan de un personaje a otro, cumplen diferentes funciones. Al igual que en los sueños, la historia fluye caprichosamente, por momentos parece articularse y en otros se disuelve y se vuelve arbitraria como los caprichos de un niño. Hay quien considera los sueños un subproducto de nuestro cerebro, un desecho cuyo análisis no tendría mayor valor que un análisis de orina. ¿es lícito artísticamente filmar un sueño de tres horas y compartirlo con el espectador? En los momentos bajos de Inland Empire tenemos la sensación de ver la misma escena y escuchar los mismos diálogos artificialmente absurdos una y otra vez. En sus cumbres tenemos al mejor David Lynch, ese "creador de inquietudes" genial, como en la escena del Paseo de las Estrellas, en la que crea autentica magia con cuatro actores y un encendedor. Es imposible hacer una película como Inland Empire y que no sea irregular, es como pedir que la vida misma sea una sucesión de momentos brillantes, al fin y al cabo como dice uno de los personajes "al final te mueres y ya está, no pasa nada" Lo importante es lo que ocurre enmedio.
Inland Empire.
Publicado por Rafael Ricoy en 12:09 a. m.
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