Vacaciones en el sur de Francia, un descapotable, el aire que huele a verano y la maravillosa música de Henry Mancini. Una pareja, Mark y Joanna (Albert Finney y Audrey Hepburn): se conocieron allí y allí vuelven todos los años. Hay veranos para todos los gustos, alegres, míticos (como cuando se conocen), rutinarios y decididamente decadentes, el coche sigue corriendo, el sur de Francia todavía estalla en colores y la luz sigue siendo dorada. Pero ellos ya no son los mismos y ay, como duele deducir por eliminación que el que falla es uno mismo cuando el resto de cosas tozudamente siguen ahí. Coches que se cruzan conteniendo fragmentos de su relación, saltos en el tiempo que van construyendo una historia coherente, a veces dolorosamente coherente de como una relación nace, evoluciona e indefectiblemente muere ante nuestros ojos. Ahora bien, hay formas y formas de morir y el plano de esa carretera, camino de la fiesta en la que él por fin va al encuentro de su confirmación profesional a la vez que confirma que su relación está agonizando no tiene precio. Nadie como Audrey para mostrar la desolación elegante del que es consciente de que acaba de perder lo que mas le importaba mientras camina por la misma carretera que vio nacer ese amor. Nadie como ella para llevar ese vestido de Mary Quant y esas gafas "oversized" que son la expresión mas elegante de la pena que nunca he visto en celuloide.
Dos en la carretera
Publicado por Rafael Ricoy en 11:15 p. m.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
“Que clase de personas son las que están juntas y no tienen nada que decirse”. Esta pregunta se la hacen varias veces a lo largo de la película diferentes personajes. Supongo que ya sabéis la respuesta. Es una maravillosa película con la mas sencilla y diáfana narración que he visto de cómo la rutina, las obligaciones sociales y familiares, la ambición y el hastío vital van deteriorando algo tan increíblemente hermoso como el amor de los primeros años, meses o, a veces, sólo días.
El que la película acabe “bien” supongo se debe a exigencias comerciales ya que, previamente a la anécdota del "pasaporte perdido" de la escena final, ambos protagonistas afirman que “aunque sea triste hay que reconocer que hemos cambiado. Es la vida..”. El genio de Stanley Donen y los increíbles ojos de Audrey Hepburn hacen que duela.. la vida.
Es curioso ver a Jacqueline Bisset, jovencísima, en el papel de "amiga guapa" de Audrey al principio de la película.
Publicar un comentario